Calder, P. C., & Kew, S. (2002). The immune system: a target for functional foods?. British Journal of Nutrition, 88(S2), S165-S176.
El sistema inmunitario actúa para proteger al huésped de los agentes infecciosos que existen en el medio ambiente (bacterias, virus, hongos, parásitos) y de otros insultos nocivos. El sistema inmune está constantemente activo, actuando para discriminar «no propio» de «sí mismo». El sistema inmune tiene dos divisiones funcionales: lo innato y lo adquirido. Ambos componentes involucran diversos factores transmitidos por la sangre (complemento, anticuerpos, citocinas) y células.
Existen varias metodologías para evaluar aspectos de la función inmune; muchos de estos dependen del estudio de células en cultivo ex vivo. Existen grandes variaciones interindividuales en muchas funciones inmunes, incluso entre los sanos. Genética, edad, género, hábitos de fumar, niveles habituales de ejercicio, consumo de alcohol, dieta, etapa del ciclo menstrual femenino, estrés, antecedentes de infecciones y vacunas, y las experiencias tempranas de la vida probablemente contribuyan de manera importante a la variación observada.
Si bien está claro que las personas con respuestas inmunitarias significativamente inferiores a la ‘normal’ son más susceptibles a los agentes infecciosos y exhiben una mayor morbilidad y mortalidad infecciosa, no está claro cómo la variación en la función inmune entre individuos sanos se relaciona con la variación en la susceptibilidad a la infección.
El estado de los nutrientes es un factor importante que contribuye a la competencia inmune: la desnutrición deteriora el sistema inmune, suprimiendo las funciones inmunes que son fundamentales para la protección del huésped. La desnutrición que conduce al deterioro de la función inmune puede deberse a una ingesta insuficiente de energía y macronutrientes y / o debido a deficiencias en micronutrientes específicos. A menudo estos ocurren en combinación.
Los nutrientes que se han demostrado (ya sea en estudios en animales o humanos) que se requieren para que el sistema inmune funcione eficientemente incluyen aminoácidos esenciales, el ácido graso esencial ácido linoleico, vitamina A, ácido fólico, vitamina B6, vitamina B12, vitamina C, vitamina E, Zn, Cu, Fe y Se. Prácticamente todas las formas de inmunidad pueden verse afectadas por deficiencias en uno o más de estos nutrientes.
Los estudios en animales y humanos han demostrado que agregar el nutriente deficiente a la dieta puede restaurar la función inmune y la resistencia a la infección. Entre los nutrientes más estudiados a este respecto están la vitamina E y el Zn.
El aumento de la ingesta de algunos nutrientes por encima de los niveles habituales y recomendados puede mejorar algunos aspectos de la función inmune. Sin embargo, las cantidades excesivas de algunos nutrientes también deterioran la función inmune. Cada vez hay más pruebas de que las bacterias probióticas mejoran la función inmune del huésped.
El efecto de mejorar la función inmune sobre la resistencia del huésped a la infección en individuos sanos no está claro.